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Si pulsas en esta célula mi sangre textual circula

12/19/2015

LA HERIDA LUMINOSA. Reseña a Cicatriz de Juan Gómez-Jurado.


          ¿De verdad vamos a seguir justificándonos por disfrutar de las novelas de acción y suspense? ¿Aún hay gente que cree que estas novelas no tienen peso literario? ¿En qué escala de esnobismo se sitúa uno al leer a Karl Ove y despreciar a cualquier escritor que escribe thriller?
Todas estas preguntas me asaltaron al acabar de leer Cicatriz de Juan Gómez-Jurado.

Quedarse solo en el caparazón de la obra es injusto. Si hay algo que se le nota al señor Gómez-Jurado es que de los errores se aprende y aquellos epilépticos y mareantes giros de El Paciente se refinan de un modo fascinante. Mientras las anteriores obras jugaban la baza del cliffhanging argumental, Cicatriz juega al discurso polifónico de unos personajes tan destrozados por dentro que convierten la atrocidad en motivo de misericordia.

La historia de un joven freak con gran talento, su invención y su extraña amante, Irina, dibujan una de las obras más absorbentes y cruelmente bien enlazadas de los últimos tiempos. Irina, ese personaje que me recuerda a La Novia de Quentin Tarantino en Kill Bill, es una de las mujeres más fascinantes que ha descrito Juan Gómez-Jurado. Fruto de la tragedia, inspirada en la femme fatale, grato reflejo de aquella fabulosa Perdida, Irina sabe atrapar al espectador mediante un juego inteligente de intereses y venganzas. Y es justo en ese punto cuando observamos que los personajes redondos y complejos de esta novela son la verdadera clave de la intriga.

Si los puristas de la novela negra o noir creen que esta debe tener como base la denuncia social, Gómez-Jurado los complace tramando un camino que recorre diversas geografías de triste actualidad. Rusia o Afganistán decoran unas vidas entregadas al sacrificio o el egoísmo. Y así, mientras El Paciente era un viaje para escapar de la maldad del otro, Cicatriz es un recorrido para huir de los miedos y escapar de la maldad de uno mismo.

Juan Gómez-Jurado patea al lector con un escenario arrasado por la venganza, la ambición, el amor o la supervivencia. Porque si hay algo bien estructurado en esta obra son sus niveles emocionales. Cicatriz es, también, una inmersión en la debilidad humana, en los azares del destino y en las monedas que caen sobre la cara para darnos la cruz. Y es ese viaje profuso en momentos emotivos el que descoloca al lector cediendo parte del clásico entramado policial al entramado emocional. De este modo, Juan Gómez-Jurado alumbra un plantel más complejo de lo que parece a priori de personajes que basculan entre su contradicción interna y su necesidad externa, trasunto de una sociedad, la nuestra, abocada a hacer cosas sin querer pero amparándose en una falsa necesidad.

Porque la obra de Juan Gómez-Jurado, experta en personajes límite y al límite, tiene en esta Cicatriz una derivada hacia las grandes novelas de personajes corales. Eso sí, no nos encontramos de milagro con un Short Cuts porque el autor sabe que la salsa hasta un punto agrada pero en exceso arruina el plato. ¿Está Juan Gómez-Jurado con sus personajes o contra ellos? En esta ocasión, opino, está hasta los topes con ellos y esa implicación se nota para bien. Lo ha debido pasar jodidamente mal por ello, intuyo.

Por otra parte, la prosa de Juan Gómez-Jurado, que bebe directamente del American Style de grandes como Palahniuk o King en su faceta de libros comestibles e impactantes, sigue siendo ágil, directa y de fácil digestión. Pero también ha ganado en capacidad para matizar, para arropar a sus criaturas con una sintaxis más estructurada y una gramática excepcional de lo contemporáneo. Episodio tras episodio y mediante voces internas  u  omniscientes Juan Gómez-Jurado lleva su obra a un luminoso estado de madurez narrativa en el que las referencias a nuestro entorno, a nuestra realidad cotidiana o figurada no chirrían. Ahí siguen los ítems que hacen referencia a ciertas marcas o modus vivendi contemporáneos. Cosa que estabiliza la novela en un entorno de inmediatez absoluta desligando el discurso de las ínfulas historicistas de otras entrañables obras del autor.



Si algo me ha quedado claro con Cicatriz es que Juan Gómez-Jurado ha crecido como autor haciendo de ciertas limitaciones virtud y arriesgando con una implantación asombrosa del thriller americano y la novela negra francesa. Por eso no solo no hay que justificarse por haberla leído, sino que hay que leerla para comprender que al fin tenemos un escritor en español que ha sabido actualizar el entramado del suspense al proponer un modelo de acción netamente blockbuster y muy vinculado a la popularidad. Popularidad que, dicho sea de paso, ha sido y seguirá siendo la cuna de las grandes obras literarias. Lo mejor de este autor y su obra, cristalizando en Cicatriz un discurso mucho más efectivo, es que sabe qué lugar ocupa en el universo literario: El de tramollista de un escenario pensado para arrastrar al lector al puro y duro entretimiento. Y me huelo que esto es solo el principio de una serie de obras que irán iluminado un camino cada vez más retorcido pero con un destino diáfano: Haber hecho que nos lo pasemos bomba.

David Marzal

Profesor de Secundaria y Escritor. @DMarzal 

12/08/2015

THE LEFTOVERS, ESE VIAJE

                 Olvidemos que es televisión, olvidemos que es incluso cine. Hablemos de The Leftovers como parte de nuestra vida contemporánea. La vida de los Garvey, una familia disfuncional envuelta en papel regalo americano, es uno de los pilares de una historia tan cruel, hermosa y necesaria como la existencia misma. 

The Leftovers es un viaje a través del miedo a la pérdida. La muerte, la soledad, la frustración, la depresión, la tristeza o la falta de empatía golpean al espectador en episodios duros y densos que hacen reventar las costuras de lo emocional. No es una serie con (demasiados) efectos especiales, paisajes o aventuras. Pero es una serie que realiza el viaje más arduo y descorazonador: Saber quiénes somos ante nuestra vulnerabilidad.

Una piedra que rompe un cristal, agua, un llanto, una mujer moribunda tumbada sobre una roca, un cigarrillo, un silencio, un rotulador que rompe ese silencio, un abrazo, una piscina como liberación, una foto sin vidrio, una canción que resuena, una huella, un traje blanco, un olvido...Objetos, objetos que son restos de vidas, de recuerdos, de quienes estuvieron y no están y de quienes están como si no estuvieran. Esa es la grandeza de The Leftovers; es capaz de llevar lo simbólico al terreno de lo íntimo y hacer de una breve nota de piano en re mayor un doloroso viaje a nuestro yo.

Lo que ha conseguido The Leftovers es milagroso, pues ha unido la complejidad del discurso filosófico sobre la creencia con el mecanismo del pacto social. The Leftovers no es fácil porque habla de cómo entendemos el mundo a través de los ojos de lo ajeno. ¿El mundo es como lo vemos o cómo nos han contado que lo vemos? ¿Hemos aprendido a estar solos o estamos en una huida constante para evitar saber quiénes somos? Pobreza, riqueza, familia, normas, leyes, violencia, derecho al olvido y olvido de nuestros derechos están presentes en una trama abrumadora.

Todos los que hemos vivido este viaje, que debería continuar si la HBO no comete la atrocidad de no renovarla, hemos quedado tocados. The Leftovers te hará sufrir como un perro herido, te hará revolcarte en tus lágrimas, te someterá a sesiones de tensión psicológica que rayan la tortura, te empujará a un estado de confusión y mareo sin precedentes, te perforará el alma sin piedad y te escupirá fuera de tu marco de referencia y seguridad. Llorarás, sí, llorarás a moco tendido sin poder evitrarlo y desearás seguir llorando largo tiempo porque serán lágrimas reveladoras. Catarsis. The Leftovers hubiera sido firmada por los dramaturgos griegos o por Shakespeare. Lo romántico emocional convertido en posmodernidad al servicio de la televisión, eso es básicamente esta serie. 

Pero lo que hará esta serie por ti es al fin y al cabo enseñarte a vivir mejor sabiendo que si alguna vez partimos siempre seremos recordados. Atrapante, desesperante, llena de zonas de impacto y oscuridad, perversa incluso en algunas ideas y arriesgada como producto para minorías sedientas de sufrimiento. Larga vida a The Leftovers. Larga vida a la serie que conmocionó a millones de seres humanos. Y recordad...You Are HOME.

David Marzal

Escritor y profesor de Secundaria.

6/23/2015

QUO VADIS TWITTER

La hipocresía es un mal que suele ir asociado al cinismo. Los buenos hipócritas suelen acobardarse y buscar estrategias de ocultación a sus defectos para evitar conflictos. 

Nada mejor que un hipócrita con sentido de culpa para practicar la más cruel persecución ideológica.

 Y si no que se lo pregunten al dimitido-pero-poco concejal de Madrid, Guillermo Zapata. 

Un señor que se peina con una turmix y se pone camisas del año de la polca. Pero no le critican por eso, sino por su mal gusto, repugnante gusto, desagradable gusto, haciendo chistes facilones de víctimas en tragedias. 

¡Qué risas con la desgracia ajena! Joder, es que me parto.


Desde el punto de vista ético lo de Zapata es muy cuestionable. A mí no me gusta. 

Y no hablo de los tuits antisemitas que iban convenientemente entrecomillados, sino de los otros. Los tuits antisemitas no eran suyos. Eran reproducciones de otros detestables.

El humor negro es lo que tiene; un día es el jiji jaja y al otro te lleva al tálamo de la vergüenza. 

Pero, ¿tienen todos el mismo derecho a exigir explicaciones a Zapata?

 ¿Puede todo el mundo exigir como se ha hecho sin mirarse a uno mismo? La respuesta es no. 

Lo he dicho muchas veces y lo repito: A Twitter se va llorado de casa. 

Es la red social más salvaje y agresiva, porque se basa en un concepto reactivo de la comunicación. Eso es lo que atrapa y lo que condena al tuitero, eso es lo que define la plataforma. 

Olvídense de las odas a la concordia. A Twitter uno va a que le alaben el gusto, a promocionarse, a darse cancha, a ponerse cachondo con su ego, a divertirse y a conocer gente que le aporte cosas. Cosas. Las que sean. Cosas.

Entender Twitter como una plataforma propia de la ONU es equivocarse. 

Quien más, quien menos ha sido ofensivo en Twitter. 

Porque esa plataforma diabólica que a mí me parece lo más importante que le ha pasado a la comunicación social en los últimos años es un vertedero de opiniones. 

Y como toda opinión es un posicionamiento, pues claro, acabas cayendo mal, fatal, regular o todo lo contrario.

Llevo casi 5 años en Twitter y no dejo de sorprenderme ni un solo día. 

En esa plataforma del pajarito he recibido desde los más clamorosos halagos hasta las más turbias amenazas. 

Incluso me he granjeado más de una amistad y mantengo contacto con muchos seguidores.  En eso consiste al fin y al cabo una red social. 

Y, por supuesto, he escrito tuits incendiarios, provocadores, tremendos.

 Nunca he hecho chistes sobre judíos porque me parece una afrenta. Pero negar ese derecho al mal gusto es una ofensa. Por sus chistes los reconoceréis.

 Eso sí, chistes e insultos por ser gay he recibido unos cuantos. Y no, no los he recibido solo en Twitter. 

Recibí insultos como gay cuando compararon el matrimonio homosexual con la unión de un hombre y un animal, cuando llevaron a un especialista a sede parlamentaria a hablar de la homosexualidad como enfermedad, cuando tuve que soportar a los fanáticos insultando, cuando este país se montaba una mani antigay porque íbamos a destrozar la familia...¿Sigo?

Twitter no es un juego de niños, es una plataforma de adultos y en ella se establecen las reglas ético-morales que cada uno considera. 

Los sistemas de control dependen del propio usuario. Las claves del contacto penden de la tecla block. 

No le echen la culpa al mensajero. En Twitter solo vemos lo que el mundo es. Un vertedero de opiniones. Nada más y nada menos.

Por cierto, cuando hubo gente que hizo chistes sobre las víctimas catalanas del avión que estrelló aquel psicópata me dijeron que existía una cosa llamada libertad de expresión.

Lo paradójico es que suele ser solo para uno mismo y no para los demás.

David Marzal

Profesor y escritor.

5/10/2015

LA TRAICIÓN

No le deseo ni a mi peor enemigo lo que ayer tuvo que vivir Juan Gómez Jurado en Twitter. 

Como suele ocurrir en esa alocada y salvaje red social las polémicas se transforman en ataques y los ataques en ataques en masa. 

Twitter es así, no nos vamos a poner a llorar ahora. 

Pero la cuestión no es la oportunidad del ataque sino aquello que lo fundamentó,

Basta un artículo de opinión en la sección cultural de ABC para que tu vida se convierta en un infierno.

Y no, en esta ocasión no fue algo como aquel famoso Tetas y Becas de cuya autora no quiero acordarme.

Fue algo mucho más técnico y sorprendente: El mundo de la traducción.

Se ve que el señor Juan Gómez Jurado, traducido a 40 idiomas, hablante inglés-español desde los tres años, conocedor como pocos de la cultura anglo y activo periodista que lleva más de 20 escribiendo, no sabe qué es la TRADUCCIÓN.

¿Qué pecado había cometido? ¿Cuál fue su error?

Simplemente quejarse y opinar sobre lo desafortunada que le pareció la traducción de la película Los Vengadores 2 La Era de Ultrón.

Lo que no sabía Juan Gómez es que Los Vengadores eran en realidad traductores disfrazados (joking).

El artículo fue tuiteado por él mismo en formato "foto móvil". ¡Qué suicida el tío!

La cosa fue subiendo de tono: ¿Qué había dicho Juan para molestar tanto a la parroquia?

Cito frases textuales:

"Podríamos pensar que los mal pagados traductores no se dieron cuenta y se comieron esa palabra sin ningún propósito de censurar" 

"Sin embargo, los brillantes traductores al castellano decidieron que ellos sabían más que señores que cobran seis millones de dólares por hacer un guión de cine, escribiendo en su lugar: Mirad, nos ha dejado un grafiti."

"PARA EL EJECUTIVO DE LA DISTRIBUIDORA, [...] los españoles somos un país de ignorantes a los que hay que darles todo muy mascado, y a ser posible que suene a risa."

Luego cita títulos traducidos de manera tremenda al castellano desde el original inglés y prosigue...

"Y no sirve como excusa que tenemos los mejores actores de doblaje del mundo. Primero, eso dejó de ser cierto hace quince años, pues ahora con lo que cobran apenas pueden hacer su trabajo dignamente. Y segundo, doblar es robarle al actor su voz, al espectador miles de matices y violar el producto final. Y no creo que nadie quiera presumir de tener los mejores ladrones y violadores del mundo."

Ya está, a la guerra, acabemos con Juan Gómez Jurado. A la hoguera. A las barricadas.

Los tuits de contestación a Juan se dividieron en dos facciones: La de la gente formal, seria y profesional que intentaba argumentar y explicar. Y la de los cafres, que además fueron muy obvios, con una comprensión lectora nivel "te lo voy a explicar con un dibujito".

Soy Filólogo, siempre lo pongo en mayúscula aunque sea poco ortodoxo porque me reivindico, y no había visto tal desbarajuste respecto a la comprensión de un texto ni en mis primeros años como tutor de segundo de la ESO.

La vergüenza y rabia que sentí ayer ante la prepotencia de mucha gente que tergiversaba el texto de Juan alcanzó cotas indescriptibles.

Pero, leamos el texto. Sí, esto no va dedicado a los traductores, sino a los traductores malos, gañanes y lectores mediocres que tuve que enfrentar ayer. 

Lo primero que uno debe hacer al leer es comprender que la literalidad del significado no es siempre la intención del mensaje. Un texto son palabras  para un mensaje. Mensaje complejo. Igual un poco de Jakobson nos vendría bien.

El texto aparece en una sección de opinión. Opinión, repito.

Por tanto, no era ni un texto académico, ni un texto técnico, ni un texto documental sobre la precaria vida de los traductores. 

Su título Venganza contra la traducción es un juego de palabras que se relaciona de manera directa con dos factores del texto. Un  factor intertextual y otro paratextual. El intertextual es la referencia en las líneas 6-7 a Los Vengadores: La Era de Ultrón. El paratextual es la foto a color de arriba. 

Ni tan solo es un juego de palabras original o difícil. Es obvio y directo como requiere en ocasiones el lenguaje periodístico. 

No lo entendieron y pensaron, literalmente, que Juan Gómez Jurado buscaba venganza real.

El texto se estructura en tres grandes bloques de contenido que describen a público (sujeto inicial de la narración de hechos en la que se incluye el mismo autor del texto), ejecutivos (sujeto disgregado del grupo traductores) y dobladores (última referencia en base a la labor que suele complementar la traducción).

Esto tampoco se entendió. Lo único que dice el autor en el texto respecto al sujeto traductores es que están mal pagados (sic). Véase cita anterior de este mismo artículo. 

La referencia a la alteración del contenido viene referida a los ejecutivos, que, os guste o no, también forman parte del paquete. 

Cualquiera sabe que el mundo de la traducción es complejo. Se sabe menos que es un mundo de equipos coordinados y nervios de acero. Casi nadie sabe que no son el primer paso de la cadena, sino a veces el último. 

Pero, guste o no, son un equipo en el que entran desde ajustadores a localizadores pasando por señores que pagan y ordenan. Es lo que hay. ¡Qué putada!

Pues nada, que Juan nos has atacado, que Juan eres malo y Juan eres un ignorante.

Seguimos.

La bomba de la traca fue el decir que Gómez Jurado había comparado a traductores con violadores y ladrones (!)

Y ahí es donde a mí me dio el cabreo y dije basta.

Eso es no saber leer. 

Repito: Los que dijeron esa barbaridad no saben leer. 

Volved al cole. Compraos un manual Micho. Pedid ayuda en la Iglesia y que os enseñen las monjas o los curas. Buscad ayuda en la Biblioteca. Os urge.

Si unos supuestos traductores son capaces de decir que existe esa identificación en el texto cabría recordar que:

1) Hay sentidos literales y figurados. En este caso el verbo robar es sinónimo de suplantar. El doblador suplanta la voz de los actores. Y claro que pierde matices. Para empezar no es la misma voz. Lógico, de unir línea de puntos. 

2) La acepción de violar en el texto no tiene que ver con la violación sexual. Se puede violar una propiedad, violar una norma o una ley. Pero qué cojonudo queda ir al significado más dañino para desacreditar al otro.

3) Haya o no equipos de traducción, haya o no voluntad de hacerlo bien, haya o no precariedad, el trabajo debe salir adelante con un resultado DIGNO. Repito: Resultado digno. El 98% (porcentaje inventado; quede clara esta broma no sea que hoy tenga que enfrentarme a expertos en estadística que tampoco supiesen leer) del público que vio Los Vengadores no se paró a pensar en esto. Pero Juan Gómez es escritor y periodista. ¡Qué mala suerte!

Vamos acabando.

La guinda del pastel la puso un tuit que decía: "Tienes nivel para opinar sobre traducción cuando seas un traductor, ni más ni menos"

Tócate las narices que ahora para poder opinar tenemos que convertirnos en Google Translator (esto es otra broma, lo aclaro por si se molestan los creadores del "maravilloso" Google Translator.)

En resumen, lo que se vivió ayer en Tuiter me da vergüenza ajena, siento rechazo y me siento indignado por las reacciones de muchos, no de todos, que se dedicaron a decir auténticas mentiras.

No, no soy Traductor, también lo escribo en mayúscula de modo poco ortodoxo porque también os reivindico, sino Filólogo. Y por eso reconozco de largo cuando alguien no ha sabido leer un mensaje.

Leed más, traduciréis mejor.


Nota al pie: Los que me acusaron de no respetar la ortografía porque no sabían distinguir una errata de una falta no han tenido la suerte de entrar en esta rave.


David Marzal

Profesor, licenciado en Filología Catalana y escritor. 
Editor SEO para webs comerciales y corrector de textos.
Participo en la revista Píxel Busters y en la web cultural Allegramag.

5/08/2015

RARA AVIS

Ayer empezó REFUGIADOS, la serie de Bambú coproducida con la BBC de Londres. Decir BBC es decir importante, grande de  narices. El prestigio, lo internacional y todo eso a lo que debería optar cualquier producto cultural que pretenda serlo. Igual es que yo soy muy raro y sueño con ver mis textos traducidos a tropecientos idiomas. Maldita ambición. 

El caso es que la serie se estrenó y las redes sociales echaban humo. Pero humo nivel se nos quema la comida y hay que dejar el piso.

Refugiados molesta y no me extraña. Y qué bien que moleste.

Oscura, sórdida, intrigante, pausada, tensa, metafórica, extravagante, ecléctica y con un punto de trampa argumental. 

Sí, Refugiados molesta porque no es agradable, no es simpática, no tiene chistecillos ocurrentes (digo chistecillos, no humor inteligente como el que sí tiene El Ministerio del Tiempo), sus protas son desconocidos para la gran masa, visten ropas tristes,colores apagados, pasan cosas malas a sus protagonistas...

En definitiva, que Refugiados se ha cargado lo típico. 

Lo típico en España, claro. 

Porque aquí parecemos nuevos cuando en otros países hacen series abrumadoramente más violentas e intensas que Refugiados. 

Ahí tienen Black Mirror, The Leftovers o True Detective si quieren sordidez.

Pero, ¿qué ha hecho que Refugiados haya polarizado tanto a la audiencia en redes sociales?

La respuesta es el miedo. La serie da miedo porque te enfrenta a la imagen aún por descodificar. No hay cucharitas con papilla. No hay ni un ápice de complacencia con el espectador. 

Refugiados no tiene piedad.

Una serie difícil, compleja, en la que el engarce lógico de los hechos no es lineal, en la que quedan auténticos agujeros de guión por rellenar, en la que uno se hace un plan y se le cae en la siguiente frase.

Los que nos dedicamos a contar historias sabemos que es una tarea muy esclava, muy exigente y poco agradable.

 Porque todo debe encajar pero sin que se noten las costuras.

Ya ni os cuento lo que debe ser crear una ficción que mantenga la atención ocho horas.

Pues bien, en España esto ha chocado, ha acabado enervando a los espectadores, les ha cabreado.

¿Qué eso de una serie para pensar? ¡Abajo la reflexión! 

El cine palomitas ha hecho mucho daño.

¿En inglés? ¡Pero si es española!

Amenábar se parte la caja mientras revisa sus copias de Los Otros,

Me aburro, es lenta.

La creación de un clímax adecuado llevó a The Wire (obra maestra ever) a aburrir durante seis episodios.

Los créditos son igual a los de True Blood.

¿Y? Eso debería ser bueno, inspirarse, crear con influencias, apasionarse y homenajear. 

Cualquier cineasta del siglo XX sabe que sin revisión no hay acción. 

Los más grandes se enorgullecen de introducir referencias. En Literatura lo llamamos intertextualidad. 

La han emitido en muchos canales a la vez.

¡Qué dirán estos cuando una película como Los Vengadores llega a cientos y cientos de salas copando las carteleras e impidiendo que otras propuestas respiren!

Nada, no dicen nada.

Y así podría pasarme todo el rato. Porque la estrategia de flame y desprestigio desde perfiles falsos (no bots, pero si programados) fue tan bastarda y evidente que traerá cola. 

Nadie está obligado a que le guste algo. Puede cambiar, aborrecer, escupir y hasta quemar lo que no le guste. Allá él con su conciencia de inquisidor/a.

Pero hay una norma sagrada para mí: El trabajo artístico se debe valorar desde la crítica formada. 

El me gusta, no me gusta es sugestión. 

Odiemos, amemos las series, libros, películas o cuadros que nos pongan delante. 

Pero honestamente, con criterio, con dos narices y no desde el anonimato de la infamia.

David Marzal

Profesor y escritor.

4/07/2015

70%

Retomo este blog con la esperanza de no volver a parar por los mismos motivos que me llevan a escribir esto.

Si os digo que el pasado mes de noviembre de 2014, concretamente el 25 del citado mes, podría haber muerto igual os sorprendo. Pero el objetivo de esto no es sorprenderos, sino concienciaros.

Casi muero porque en octubre del ya citado 2014 enfermé. Nada raro, un simple y corriente resfriado.

Y como hago en el cien por cien de los casos, antes de meterme mediación por mi cuenta me fuí al médico.

"Tiene usted una infección severa de las vías altas", "tómese este antibiótico", "vuelva si no se mejora". Y volví, vaya que si volví.

Volví tres veces porque el resfriado-sin-importancia mutó en bronquitis. 

Y la bronquitis mutó en una neumonía necrotizante que a su vez produjo un neumotórax secundario y obligó a que me interviniesen mediante toracoscopia.

Podría haber perdido el pulmón izquierdo en su totalidad.

Podría haber muerto por una sepsis ya que la infección fue tan bestia que me dejó sin glóbulos rojos y sin proteína.

Podría haber muerto porque el líquido pleural me encharcó un pulmón.

Pero, afortunadamente, no llegó a pasar porque conté con un equipo sanitario y médico alucinante.

Cuento todo esto porque cada vez que oigo que hay que ahorrar en Sanidad Pública me dan espasmos en el costado en el que llegué a llevar tres drenajes tras la intervención con técnica VAT.

Estuve seis horas en el quirófano cuando se esperaba que fuesen tres.

En mis tres visitas al médico de familia, previa cita y cumpliendo escrupulosamente con las normas de la sala de espera y la paciencia, solicité una radiografía.

No se consideró "necesario". Total, si aquello era una infección y no se auscultaban pitos y había bajado la fiebre porque me metieron cuatro chutes de penicilina 10000000. 

La cosa ya cambió cuando en la última visita caí a plomo con una taquicardia extrema que conllevó un presíncope.

Menos mal que me dio por desmayarme en el ambulatorio.

Una pena que no hubiera ambulancia. 

Un drama que tuvieran que trasladarme en coche particular hasta las Urgencias del Hospital Comarcal de La Vila Joiosa.

Y de allí al HGUA (Hospital General Universitari d' Alacant).

Un cuadro ver a nueve enfermeras y un cirujano de urgencias traspasarme el pecho porque me estaba ahogando.

Primer día de los cuarenta y siete que me esperaban.

No sé cuánto cuesta una radiografía. Pero si sé que no haberme hecho la correspondiente llevó a hacerme un TAC, que según el radiólogo equivale a 750.

TAC que determinó que la neumonía había avanzado inmisericorde y me había plagado el pulmón izquierdo.

El lóbulo inferior jamás se salvaría. Lobectomía es una palabra que hasta el 22 de diciembre no me sonaba de nada.

Mi proceso de curación llevó a más de 12 analíticas, diversos cultivos de sangre, una transfusión (dos bolsas como en los mejores capítulos de True Blood), 2 TACS más, unas 26 radiografías más (tengo cita para otra el 5 de mayo), tres 'maletas' de pleurevac, un bloqueo epidural, dos días en la UCI, una intervención que requería alta tecnología y un magnífico equipo de neumólogos y cirujanos torácicos luchando por mejorar mi salud.

No tenía ni colesterol. Ya es mala suerte haber pillado la bacteria más agresiva de los últimos tiempos.

Y sumemos a todo un proceso de rehabilitación que va para largo.

Esa es la tabla de resultados de la contabilidad sanitaria que he tenido que padecer.

Lo que más me alegró fue saber (y lo puedo jurar sobre la Biblia si hace falta) que los médicos de familia están cada día más coaccionados, que no pueden más, que no dan abasto, que no hay manera de trabajar así.

Deben ser "económicamente eficientes".

No os paséis con las pruebas que la gente es muy maniosa e hipocondriaca.

¡Qué más da si David Marzal esputaba sangre y estaba verde como un kiwi!

Ahorrad, coño.

Por eso decidí no interponer denuncia. Mi médico de cabecera hizo lo que buenamente pudo en un sistema ahogado por los que saben tanto de cuentas.

Yo no sé de cuentas, pero si de cuentos.

Y lo de la eficiencia es un cuento de los buenos.

Por su eficiencia económica casi me muero. La única manera fiable y recognoscible de diagnosticar con absoluta seguridad una neumonía es la vía radiológica. Había síntomas, pero no había oportunidad de pruebas para confirmarlo.

Mala suerte, chaval, Hay peores que tú.

A mí la vida me ha cambiado porque ya no podré jamás respirar al 100 por 100.

A ellos la tabla de cuentas de la contabilidad les ha salido cojonuda.

Yo jamás podré bucear y tendré que pedir permiso laboral cada tres meses para realizarme la espirometría y radiografía de rigor.

Ellos seguirán en sus poltronas vendiendo que la Sanidad Pública no es "sostenible".

Yo jamás podré olvidar el sufrimiento que esto ha provocado en mis parientes cercanos.

Tampoco la angustia que vivieron mis amigos y amigas.

Ya acabo.

La próxima vez que os digan que hay que ahorrar en Sanidad les podéis contar esto. O lo de vuestro vecino, O lo de vuestro pariente. O lo vuestro mismamente.

Les va a dar exactamente igual.

¿Sabéis qué no les da igual? Que no les votemos.

Yo casi me muero, pero el Colegio Electoral me pilla cerca de casa.

Mi capacidad pulmonar se sitúa en el 70%.

Suficiente para llegar a la urna a pie. Aún me sobrará un 50% para volver a contarlo.

[Lo único bueno que me queda de todo esto es haber conocido a los profesionales más impresionantes. A todos y a todas les llevaré para siempre en el corazón.]


David Marzal

Profesor de Secundaria y Escritor.