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Si pulsas en esta célula mi sangre textual circula

10/11/2013

BANAL

Todo se ha vuelto banal. Nada importa. Maldigamos lo real y aplaudamos la mentira. Sigamos haciendo la vista gorda al abuso. Veneremos la coacción. Doblemos la cerviz y diagmos sí bwana. Cerremos los ojos y dejemos pasar el sonido de los gritos. Tapemos nuestras orejas y obviemos los llantos. Tapemos también la nariz pensando que la mierda huele a rosas. Y cuando hayamos hecho todo eso observaremos, sin capacidad de asombro, que nos han ganado. 

Esta historia no va ni de buenos ni de malos. En el país del y tú más y el todo vale poco importa la moral. Esta historia va de algo más importante. Va de nuestra fuerza como individuos activos, de nuestra determinación. Asociar al grupo la única capacidad de respuesta ante la injusticia es la mejor manera de hundir al individuo. El grupo sí, el individuo también. 

A lo largo de este verano hemos vivido bajo el sol de la injusticia. Los enfermos ven peligrar su salud como nunca antes, un indigente muere ante la pasividad de todos, los niños más pobres y malnutridos que nunca, los suicidios disparados, la pobreza al alza, la corrupción impune, el patrioterismo en grado salva militar, la Educación hecha unos zorros, las mujeres atacadas con leyes misóginas, las tetas colgando en una columna del Parlamento, los abuelos llorando su estafa, los jóvenes huyendo y el poder ahí, esperando la recuperación. 

Solo nos queda la solución como individuos. Y esa empieza por mejorar nuestro limitado entorno. Empecemos por no reír las gracias sobre la corrupción, parar los pies a los comentarios extremistas, abofetear la complacencia, reventar el conformismo, dilapidar el esto es así, quemar el yo no puedo hacer nada, destruir el siempre será igual, bombardear el eso lleva mucho tiempo, difuminar el nos va a costar mucho y acabar con el todos son iguales. 

Definitivamente, para acabar con la banalización del mal hay que conjurarlo y escupirle fuerte a la cara con la dignidad que como individuos aún tenemos. Háganlo. No sea que dentro de poco vaya a ser tarde. 

David Marzal

Profesor y escritor