El anhedonista no sabe pasárselo bien. Cuando la gente disfruta de las pequeñas cosas de la vida como hacer una fiesta improvisada o bailar el anhedonista tiene una postura imitativa. El anhedonista suele caminar por la vida con el gesto sonriente pero el corazón huero de ilusiones. Cuando el anhedonista se acerca a un hecho alegre lo convierte por definición en uno monótono. No suele poner evidencia su instisfacción y se mueve en la corrección más absoluta. El anhedonista es siempre un suicida en potencia.
La sociedad española lleva más de cuatro años en el más absoluto anhedonismo. Parece que disfruta pero de puertas para adentro vive en la frustración contínua. Estamos perdiendo la positividad de los pequeños hechos y hemos culpabilizado el placer hasta límites insospechados. Por esto debemos recuperar la ilusión. No serán los políticos que bastante tienen con serlo los que nos la devolverán.
Aquello que puede volvernos la ilusión es disfrutar de los pequeños momentos. ¿Cuántos abrazos nos perdemos al día? ¿Cuántas cosas no observamos con detenimiento? ¿Cuánta poesía olvidamos leer? ¿Cuánta belleza evadimos? Lo que necesitamos es volver a las pequeñas cosas y hacer de ellas cosas grandes. Les recomiendo vivir tranquilamente, gozar de los pequeños gestos, reir con las pequeñas cosas y emocionarse con todo lo que les emocione. Sentir es la mejor manera de vivir.
El anhedonista es incapaz de reconstruirse porque no reconoce su problema. Este país aún no ha reconocido el anhedonismo que padece. Quizás ya vaya siendo hora de decirlo en voz alta: Espabilen, el anhedonismo no es bueno. Disfruten. Y entre goce y goce si pueden luchen contra aquellos que nos repiten a diario que nuestro futuro no existe. Y hagan uso del humor negro: es sano.
David Marzal Sellés
Profesor y Escritor
Como?
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