Twitter

Si pulsas en esta célula mi sangre textual circula

6/23/2015

QUO VADIS TWITTER

La hipocresía es un mal que suele ir asociado al cinismo. Los buenos hipócritas suelen acobardarse y buscar estrategias de ocultación a sus defectos para evitar conflictos. 

Nada mejor que un hipócrita con sentido de culpa para practicar la más cruel persecución ideológica.

 Y si no que se lo pregunten al dimitido-pero-poco concejal de Madrid, Guillermo Zapata. 

Un señor que se peina con una turmix y se pone camisas del año de la polca. Pero no le critican por eso, sino por su mal gusto, repugnante gusto, desagradable gusto, haciendo chistes facilones de víctimas en tragedias. 

¡Qué risas con la desgracia ajena! Joder, es que me parto.


Desde el punto de vista ético lo de Zapata es muy cuestionable. A mí no me gusta. 

Y no hablo de los tuits antisemitas que iban convenientemente entrecomillados, sino de los otros. Los tuits antisemitas no eran suyos. Eran reproducciones de otros detestables.

El humor negro es lo que tiene; un día es el jiji jaja y al otro te lleva al tálamo de la vergüenza. 

Pero, ¿tienen todos el mismo derecho a exigir explicaciones a Zapata?

 ¿Puede todo el mundo exigir como se ha hecho sin mirarse a uno mismo? La respuesta es no. 

Lo he dicho muchas veces y lo repito: A Twitter se va llorado de casa. 

Es la red social más salvaje y agresiva, porque se basa en un concepto reactivo de la comunicación. Eso es lo que atrapa y lo que condena al tuitero, eso es lo que define la plataforma. 

Olvídense de las odas a la concordia. A Twitter uno va a que le alaben el gusto, a promocionarse, a darse cancha, a ponerse cachondo con su ego, a divertirse y a conocer gente que le aporte cosas. Cosas. Las que sean. Cosas.

Entender Twitter como una plataforma propia de la ONU es equivocarse. 

Quien más, quien menos ha sido ofensivo en Twitter. 

Porque esa plataforma diabólica que a mí me parece lo más importante que le ha pasado a la comunicación social en los últimos años es un vertedero de opiniones. 

Y como toda opinión es un posicionamiento, pues claro, acabas cayendo mal, fatal, regular o todo lo contrario.

Llevo casi 5 años en Twitter y no dejo de sorprenderme ni un solo día. 

En esa plataforma del pajarito he recibido desde los más clamorosos halagos hasta las más turbias amenazas. 

Incluso me he granjeado más de una amistad y mantengo contacto con muchos seguidores.  En eso consiste al fin y al cabo una red social. 

Y, por supuesto, he escrito tuits incendiarios, provocadores, tremendos.

 Nunca he hecho chistes sobre judíos porque me parece una afrenta. Pero negar ese derecho al mal gusto es una ofensa. Por sus chistes los reconoceréis.

 Eso sí, chistes e insultos por ser gay he recibido unos cuantos. Y no, no los he recibido solo en Twitter. 

Recibí insultos como gay cuando compararon el matrimonio homosexual con la unión de un hombre y un animal, cuando llevaron a un especialista a sede parlamentaria a hablar de la homosexualidad como enfermedad, cuando tuve que soportar a los fanáticos insultando, cuando este país se montaba una mani antigay porque íbamos a destrozar la familia...¿Sigo?

Twitter no es un juego de niños, es una plataforma de adultos y en ella se establecen las reglas ético-morales que cada uno considera. 

Los sistemas de control dependen del propio usuario. Las claves del contacto penden de la tecla block. 

No le echen la culpa al mensajero. En Twitter solo vemos lo que el mundo es. Un vertedero de opiniones. Nada más y nada menos.

Por cierto, cuando hubo gente que hizo chistes sobre las víctimas catalanas del avión que estrelló aquel psicópata me dijeron que existía una cosa llamada libertad de expresión.

Lo paradójico es que suele ser solo para uno mismo y no para los demás.

David Marzal

Profesor y escritor.