Hoy ya hace 10 años. Podríamos volver a contabilizar las víctimas, llegar de nuevo a casa y abalanzarnos sobre el televisor para ver qué había pasado, hacer un silencio en el trabajo, decir que no es posible que alguien haga algo así, llamar a casa para comprobar que todo está bien, mirar con espanto como una burda estrategia electoral nos tomaba por imbéciles...Podríamos revivir todo aquello una y mil veces. Porque al fin y al cabo recordar es gratis.
Pero hay algo que no resulta gratuito, que se paga, que se lleva encima toda la vida, que se siente y duele como el primer dia. Perder a un familiar, amigo, conocido o compañero, hermana, confidente, amante, cómplice, incluso si me apuran perder a un enemigo de modo tan cruel se lleva siempre encima. Es la carga que llevan a su pesar las 192 personas asesinadas y los miles de heridos.
A algunos los conocemos más y a otros menos. De otros solo nos queda el recuerdo de su foto emborronada de lágrimas en la mañana del 13 de marzo. Lo siento, me salté los periódicos del 12 porque no quería fotos de la masacre. En este mundo que todo lo frivoliza y lo lleva a extremos absurdos hubo un día de silencio, de congoja absoluta. En aquel tren íbamos todos. Usted y yo. Todos. Recuerde eso cada día.
Y parece ser que lo insignificante ha podido con lo importante. ¿En qué estado se encuentran las víctimas? ¿Cómo han sido atendidas? ¿Se sienten satisfechas con el trato recibido? ¿Hubiéramos podido hacer más por ellas? ¿Las hemos recordado lo suficiente?
Un año más volveremos a El Pozo, la estación del Tío Raimundo y Atocha. Un año más nos volverán a repetir las imágenes de los andenes con gente confusa y aterrada huyendo de la muerte. Y un año más diremos que no debe volver a repetirse. La desgracia de Sísifo no fue cargar su roca, sino la repetición del mismo e inútil proceso.
Si ustedes hoy quieren, desean, les apetece, consideran que hay que hacer un homenaje a las víctimas de los atentados más cruentos de Europa, pueden hacerlo. Guarden silencio. Imaginen que están en casa y les llaman para comunicarles que un ser cercano o no tanto ha sido asesinado. Luego piensen que la gente en lugar de preguntarle cómo está se dedica a pedirle explicaciones políticas. Luego imagine que le abandonan, que le ignoran, que se ríen en una comisión de investigación. Luego sume 10 largos años de persecución mediática y de insultos en la radio. Agregue un poco de confusión y un mucho de desesperación. Reste el dinero que nunca han recibido en subvenciones porque para estas víctimas siempre hay poco dinero.
Y si al abrir los ojos usted aún reconoce que puede sentir algo de angustia al recordar a esas personas estará haciendo el más puro y honesto homenaje. El de recordar y reconocer que una década de olvidos aún puede hacer llegar cien años de recuerdos.
Con todo mi cariño y estima a todas las víctimas del 11-M,
David Marzal
Profesor y escritor.