El fin justifica los medios. Este debe ser el pensamiento que se ha impuesto en amplias zonas de España en los últimos años a tenor de las barbaridades que esputan algunos de nuestros políticos. Desde que descubrieron que meter caña a los catalanes, aunque fuese mintiendo y prostituyendo el intelecto, daba rédito electoral, están que lo tiran. Se lo pasan bomba arengando a las masas contra los 'nacionalismos'.
Pero, ¿qué son los nacionalismos en España? Pocos lo saben y muchos lo critican. Bajo mi punto de vista, que puede ser equivocado (o no), el nacionalismo en España no es nacionalismo, sino puro mecanismo de defensa. De hecho, pocos catalanes, gallegos o vascos piensan que la nación española sea inferior a su nación. No, no intenten determinar qué es una nación porque nadie lo sabe, pero todos lo sienten. Sino que, ante los excesos de un poder, se resisten a caer ejerciendo su contrapoder. En España no habría ningún problema nacional si desde el minuto uno de la tan cacareada Democracia del 79 se hubiera puesto pie en pared contra el subterráneo asco que a muchos les ha dado siempre la diferencia.
Y no hablo de la diferencia como algo anecdótico, sino como algo medular, intrínseco y real que conforma las vidas de más del 40% del total de la población española. En lugar de eso, en lugar de parar el envite del prejuicio, España ha jugado a fomentarlo. Los vascos eran etarras, los catalanes hablaban raro y los gallegos flipaban con las meigas. Aquí ha habido para todos. ¡Qué recuerdos aquello de considerar aberración dar física en catalán! ¡Qué gracejo aznariano lo del catalán en la intimidad! ¡Qué simpatía la de Rosa Díez hablando pestes de los gallegos! ¡Qué monísima Pilar del Castillo negando la imposición lingüística e históricamente demostrada del castellano! ¡Qué maravilla de luz y color Joaquín Leguina abominando sin tener ni idea de lengua sobre la normalización lingüística! ¡Qué mágica la Trujillo despreciando la lengua catalana vía Tuiter! ¡Qué verbena cultural la censura a Victus, novela en español más importante de 2012, en la embajada de Utrech porque no se acoge al discurso oficial!
Y tras todo ello pasa, y se dice, lo que ha expresado hoy Rosa Díez en un acto de ruindad apenas conocido. "Si no fuera porque en Euskadi nos mataban, lo de Cataluña es peor". Y se queda tan fresca. Y se quedan tan frescos. El nacionalismo es el mal y todo vale para derribarlo. Igual un día empiezan a pegarnos tiros en la nuca o a meternos bombas en los coches por ser nacionalistas fuera de la sacrosanta nación española por todos venerada. ¡Qué a gusto se ha debido quedar Rosa Díez enmerdando, como ya es costumbre el panorama!
Permítame que ante tamaña estupidez y maldad (términos que suelen ir unidos) le conteste. No, Rosa, lo de Cataluña no es peor. Lo de Catalunya no son mil asesinados a sangre fría con planificación y seguimiento previo. Lo del nacionalismo catalán no va de secuestrar gente y meterla en zulos fríos para que sufran el horror. Lo de pedir nuestro legítimo referendum no trata de hacer volar cuerpos de críos inocentes bajo bombas asesinas. La Llei de Consultes no promulga la extensión cruenta de la sangre y la barbarie terrorista de la que hizo gala esa banda abominable y fascista llamada ETA. No, Rosa, lo de los catalanes va de otra cosa.
Lo de los catalanes, señora Díez, va de quitarnos la caspa. Va de ser de una puñetera vez lo que siempre hemos sido y nunca nos han dejado ser en plenitud: Catalanes y catalanas. Y sí, señora Díez, soy catalán y mi nación es la catalana, hablo tres lenguas y no tengo empacho en adorar a las gentes de España que son de respetar. Pero es gracias a gente como usted, salvapatrias antinacionalista que profesa el más feroz nacionalismo español en un ejercicio de esquizofrenia poco antes visto, que me dan ganas, cada día más, de largarme. Afortunadamente, Catalunya ha elegido la vía democrática. Sí, esa que a usted no le da más que disgustos en Catalunya, porque cuando allí hablan las urnas no se come un colín. Y es la vía que va a prevalecer aunque su deseo de tragedia para justificar el ataque al nacionalismo esté tan presente.
Curése sus traumas, lávese el odio que supura, respete la diferencia. Y si se da asco por lo que ha tenido que decir hoy para atacar al nacionalismo y ganar votantes es que a lo mejor aún puede tener las luces de pedir perdón y dimitir. Relájese, señora Díez, le queda mucho de aquí noviembre y no deseamos que la úlcera se mezcle con su bilis y acabe enfermando. Catalunya avanza y tiene futuro, usted solo retrocede y no tiene más que mezquindad.
David Marzal
Profesor y escritor.