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Si pulsas en esta célula mi sangre textual circula

5/08/2015

RARA AVIS

Ayer empezó REFUGIADOS, la serie de Bambú coproducida con la BBC de Londres. Decir BBC es decir importante, grande de  narices. El prestigio, lo internacional y todo eso a lo que debería optar cualquier producto cultural que pretenda serlo. Igual es que yo soy muy raro y sueño con ver mis textos traducidos a tropecientos idiomas. Maldita ambición. 

El caso es que la serie se estrenó y las redes sociales echaban humo. Pero humo nivel se nos quema la comida y hay que dejar el piso.

Refugiados molesta y no me extraña. Y qué bien que moleste.

Oscura, sórdida, intrigante, pausada, tensa, metafórica, extravagante, ecléctica y con un punto de trampa argumental. 

Sí, Refugiados molesta porque no es agradable, no es simpática, no tiene chistecillos ocurrentes (digo chistecillos, no humor inteligente como el que sí tiene El Ministerio del Tiempo), sus protas son desconocidos para la gran masa, visten ropas tristes,colores apagados, pasan cosas malas a sus protagonistas...

En definitiva, que Refugiados se ha cargado lo típico. 

Lo típico en España, claro. 

Porque aquí parecemos nuevos cuando en otros países hacen series abrumadoramente más violentas e intensas que Refugiados. 

Ahí tienen Black Mirror, The Leftovers o True Detective si quieren sordidez.

Pero, ¿qué ha hecho que Refugiados haya polarizado tanto a la audiencia en redes sociales?

La respuesta es el miedo. La serie da miedo porque te enfrenta a la imagen aún por descodificar. No hay cucharitas con papilla. No hay ni un ápice de complacencia con el espectador. 

Refugiados no tiene piedad.

Una serie difícil, compleja, en la que el engarce lógico de los hechos no es lineal, en la que quedan auténticos agujeros de guión por rellenar, en la que uno se hace un plan y se le cae en la siguiente frase.

Los que nos dedicamos a contar historias sabemos que es una tarea muy esclava, muy exigente y poco agradable.

 Porque todo debe encajar pero sin que se noten las costuras.

Ya ni os cuento lo que debe ser crear una ficción que mantenga la atención ocho horas.

Pues bien, en España esto ha chocado, ha acabado enervando a los espectadores, les ha cabreado.

¿Qué eso de una serie para pensar? ¡Abajo la reflexión! 

El cine palomitas ha hecho mucho daño.

¿En inglés? ¡Pero si es española!

Amenábar se parte la caja mientras revisa sus copias de Los Otros,

Me aburro, es lenta.

La creación de un clímax adecuado llevó a The Wire (obra maestra ever) a aburrir durante seis episodios.

Los créditos son igual a los de True Blood.

¿Y? Eso debería ser bueno, inspirarse, crear con influencias, apasionarse y homenajear. 

Cualquier cineasta del siglo XX sabe que sin revisión no hay acción. 

Los más grandes se enorgullecen de introducir referencias. En Literatura lo llamamos intertextualidad. 

La han emitido en muchos canales a la vez.

¡Qué dirán estos cuando una película como Los Vengadores llega a cientos y cientos de salas copando las carteleras e impidiendo que otras propuestas respiren!

Nada, no dicen nada.

Y así podría pasarme todo el rato. Porque la estrategia de flame y desprestigio desde perfiles falsos (no bots, pero si programados) fue tan bastarda y evidente que traerá cola. 

Nadie está obligado a que le guste algo. Puede cambiar, aborrecer, escupir y hasta quemar lo que no le guste. Allá él con su conciencia de inquisidor/a.

Pero hay una norma sagrada para mí: El trabajo artístico se debe valorar desde la crítica formada. 

El me gusta, no me gusta es sugestión. 

Odiemos, amemos las series, libros, películas o cuadros que nos pongan delante. 

Pero honestamente, con criterio, con dos narices y no desde el anonimato de la infamia.

David Marzal

Profesor y escritor.

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