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Si pulsas en esta célula mi sangre textual circula

12/19/2015

LA HERIDA LUMINOSA. Reseña a Cicatriz de Juan Gómez-Jurado.


          ¿De verdad vamos a seguir justificándonos por disfrutar de las novelas de acción y suspense? ¿Aún hay gente que cree que estas novelas no tienen peso literario? ¿En qué escala de esnobismo se sitúa uno al leer a Karl Ove y despreciar a cualquier escritor que escribe thriller?
Todas estas preguntas me asaltaron al acabar de leer Cicatriz de Juan Gómez-Jurado.

Quedarse solo en el caparazón de la obra es injusto. Si hay algo que se le nota al señor Gómez-Jurado es que de los errores se aprende y aquellos epilépticos y mareantes giros de El Paciente se refinan de un modo fascinante. Mientras las anteriores obras jugaban la baza del cliffhanging argumental, Cicatriz juega al discurso polifónico de unos personajes tan destrozados por dentro que convierten la atrocidad en motivo de misericordia.

La historia de un joven freak con gran talento, su invención y su extraña amante, Irina, dibujan una de las obras más absorbentes y cruelmente bien enlazadas de los últimos tiempos. Irina, ese personaje que me recuerda a La Novia de Quentin Tarantino en Kill Bill, es una de las mujeres más fascinantes que ha descrito Juan Gómez-Jurado. Fruto de la tragedia, inspirada en la femme fatale, grato reflejo de aquella fabulosa Perdida, Irina sabe atrapar al espectador mediante un juego inteligente de intereses y venganzas. Y es justo en ese punto cuando observamos que los personajes redondos y complejos de esta novela son la verdadera clave de la intriga.

Si los puristas de la novela negra o noir creen que esta debe tener como base la denuncia social, Gómez-Jurado los complace tramando un camino que recorre diversas geografías de triste actualidad. Rusia o Afganistán decoran unas vidas entregadas al sacrificio o el egoísmo. Y así, mientras El Paciente era un viaje para escapar de la maldad del otro, Cicatriz es un recorrido para huir de los miedos y escapar de la maldad de uno mismo.

Juan Gómez-Jurado patea al lector con un escenario arrasado por la venganza, la ambición, el amor o la supervivencia. Porque si hay algo bien estructurado en esta obra son sus niveles emocionales. Cicatriz es, también, una inmersión en la debilidad humana, en los azares del destino y en las monedas que caen sobre la cara para darnos la cruz. Y es ese viaje profuso en momentos emotivos el que descoloca al lector cediendo parte del clásico entramado policial al entramado emocional. De este modo, Juan Gómez-Jurado alumbra un plantel más complejo de lo que parece a priori de personajes que basculan entre su contradicción interna y su necesidad externa, trasunto de una sociedad, la nuestra, abocada a hacer cosas sin querer pero amparándose en una falsa necesidad.

Porque la obra de Juan Gómez-Jurado, experta en personajes límite y al límite, tiene en esta Cicatriz una derivada hacia las grandes novelas de personajes corales. Eso sí, no nos encontramos de milagro con un Short Cuts porque el autor sabe que la salsa hasta un punto agrada pero en exceso arruina el plato. ¿Está Juan Gómez-Jurado con sus personajes o contra ellos? En esta ocasión, opino, está hasta los topes con ellos y esa implicación se nota para bien. Lo ha debido pasar jodidamente mal por ello, intuyo.

Por otra parte, la prosa de Juan Gómez-Jurado, que bebe directamente del American Style de grandes como Palahniuk o King en su faceta de libros comestibles e impactantes, sigue siendo ágil, directa y de fácil digestión. Pero también ha ganado en capacidad para matizar, para arropar a sus criaturas con una sintaxis más estructurada y una gramática excepcional de lo contemporáneo. Episodio tras episodio y mediante voces internas  u  omniscientes Juan Gómez-Jurado lleva su obra a un luminoso estado de madurez narrativa en el que las referencias a nuestro entorno, a nuestra realidad cotidiana o figurada no chirrían. Ahí siguen los ítems que hacen referencia a ciertas marcas o modus vivendi contemporáneos. Cosa que estabiliza la novela en un entorno de inmediatez absoluta desligando el discurso de las ínfulas historicistas de otras entrañables obras del autor.



Si algo me ha quedado claro con Cicatriz es que Juan Gómez-Jurado ha crecido como autor haciendo de ciertas limitaciones virtud y arriesgando con una implantación asombrosa del thriller americano y la novela negra francesa. Por eso no solo no hay que justificarse por haberla leído, sino que hay que leerla para comprender que al fin tenemos un escritor en español que ha sabido actualizar el entramado del suspense al proponer un modelo de acción netamente blockbuster y muy vinculado a la popularidad. Popularidad que, dicho sea de paso, ha sido y seguirá siendo la cuna de las grandes obras literarias. Lo mejor de este autor y su obra, cristalizando en Cicatriz un discurso mucho más efectivo, es que sabe qué lugar ocupa en el universo literario: El de tramollista de un escenario pensado para arrastrar al lector al puro y duro entretimiento. Y me huelo que esto es solo el principio de una serie de obras que irán iluminado un camino cada vez más retorcido pero con un destino diáfano: Haber hecho que nos lo pasemos bomba.

David Marzal

Profesor de Secundaria y Escritor. @DMarzal 

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