Nos han quitado Carne Cruda, uno de los programas más fascinantes y modélicos de la radio pública española. Nos lo han robado a traición, con satrapía, como las ratas de cloaca de dientes venenosos carcomidos por la mierda clavan el puñal del incisivo en la piel de sus víctimas. Nos han dejado huérfanos de modernidad y estilo propio, de canciones irrepetibles y de entrevistas jodidamente buenas. Nos han tocado, así, como asesinos de la libertad, la más profunda base de toda libertad posterior: La de expresión.
Sin libertad de expresión no hay Democracia. Me dirán que eso no es así. Que la democracia es otra cosa. No, señoras y señores, la Democracia NO es otra cosa, ES simplemente libertad de expresión. Y pasaré como viene siendo habitual a hacer un recuento de víctimas, afortunadamente no mortales:
Aquí es donde ustedes esperarían ver algún nombre escrito. Alguna identidad reciente. Alguna clave. Pero solo hay una identidad clara y profunda: Honestidad. Cuando se mata la libertad de expresión no se mata el periodismo, sino la honestidad. El periodismo, amigos y amigas es un invento reciente históricamente hablando. Podría llamarse de cualquier otra manera y seguiría existiendo porque se ha convertido por méritos propios en una cuerda del poder. Una atrapante soga que nos ahoga con versiones oficiales. Y no, no me refiero al periodismo honrado, de calle, decidido y valiente de miles de profesionales.
Me refiero al periodismo de despacho, mamada y whisky caro. Ese hedihondo y naftalítico periodismo de chaqueta blazer podrida de millones que se arrastra lamiendo las mopas y alfombras de este u otro partido. Porque no nos equivoquemos. Aquí todos son iguales pero algunos disfrutan censurando más que otros. Algunos incluso lo hacen para demostrar su "autoridad" ¡JA! ¿Autoridad? Me río yo de su puta autoridad.
Les voy a explicar qué es la autoridad. Autoridad es estar en el lugar que corresponde porque uno merece estarlo en base a su esfuerzo y mérito contrastado y hacerlo desde la humildad de saber que siempre por muy alto que subas siempre alguien está arriba. Eso es autoridad. Y si quieren comprobarlo entren en un aula y griten silencio con cara de mala hostia y luego en otra no griten, solo observen, analicen y digan que ustedes están allí para ayudar . Se sorprenderían del resultado.
Libertad de expresión, sí, eso que es la base fundamental del liberalismo (no me confundan con la bazofia pseudoliberal y conservadurista que es el PP por favor) y ha dado paso a periodos intensos de creatividad, libertad, sexualidad, amor, libros, estudios, derechos humanos y un sinfín de cosas más. Luego vendrán eso sí con su maloliente boca de puro caro y su corte de pelo ridículo de puro antiguo o moderno a explicarnos o bonita que es la Democracia.
Y entonces yo, desde este blog humilde, autofinanciado, sin publicidad ni dependendencias posibles, les contestaré que pueden meterse ESE modelo de Democracia por donde les quepa. Que ese modelo de Democracia que dilapida la libertad de expresión y dilapida la dignidad de miles de profesionales por un plato de lentejas es más pervertido que la prensa del comunismo ruso o el nazismo alemán. Que esa aura impoluta de soberbia democrática cuando al mismo tiempo se cargan sus bases fundamentales (Igualdad, Separación de Poderes, Legalidad y Libertad de Expresión) les delata como el tipo de escoria que son.
A mi me pasa hoy como a Javier Gallego: Ya ni me vencen, ni mucho menos me convencen. Ya tengo meridianamente claro quién es quién en este juego de máscaras hechas con carne picada de las víctimas. No teman. No hace falta más que esperar. Las ratas cuanto más hambrientas están, cuanto más rabiosas y lanzadas se ponen acaban comiéndose entre ellas. Suerte a Javier Gallego en su nueva andadura como parado y desgracia a los hijos de puta que hacen que siempre paguen los platos rotos los mejores.
David Marzal
Escritor y profesor.