Leo atónito que Lucía Etxebarría ha tenido que cerrar su perfil particular en Facebook tras una oleada de ataques brutal. Por ataque brutal me refiero no solo a insultos típicos que pueden resbalarte dependiendo de tu autoestima, sino un sinfín de acusaciones y demás barbaridades. Pero no es eso lo que me ha llamado la atención especialmente.
Lo que me llama la atención es que todo esto se produce antes de la promoción de su último libro. En esta ocasión, el que parece ser un interesante recopilatorio de artículos de opinión sobre actualidad. Todos, según palabras de la propia escritora, polémicos y hasta censurados en su momento. De hecho, hits del RT como La Infanta Cristina es tonta deberían estar enmarcados, como mínimo.
Porque si hay algo que caracteriza a Lucía Etxebarria es que es una mujer valiente. Llevo siguiendo su trayectoria desde hace años, desde sus inicios. Y, aunque como todo creador ha tenido momentos más acertados que otros, la dinámica general ha sido de mejora. No sé si habéis leído muchas de sus obras, pero todas ellas están guiadas por el afán de libertad. Sus personajes se encuentran habitualmente en encrucijadas imposibles, dolorosas y fraguadas situaciones que les hacen cambiar. Pero no cambian para fingir, sino para afirmarse, para reconocerse, para quererse a si mismos aunque les duela hasta el estrépito, para , en definitiva, entender a través de si mismos el mundo que les rodea.
Y justamente eso es lo que le pasa a Lucía Etxebarría, que no sabe fingir. Y eso es una gozada. Y también algo que muchos no entienden. Acusar a un creador de abusar de la promoción es absurdo a la par que inútil. Los escritores, cineastas, bailarines, arquitectos o dueños de bar necesitan promocionar su negocio. Si no vendes, no comes. Punto.
El problema que tiene Lucía es que aún confía en la bonhomía de la gente. Y la gente, querida Lucía, no todos claro está, es bastante tremenda. Este país es muy de escupir a sus creadores y artistas. Bardem o Almodóvar son claros ejemplos. Y eso se produce por diversos hechos. El principal, sin duda, ser uno mismo y exponerse.
De Lucía Etxebarría sabemos que es animalista, feminista, que acumula premios de prestigio, que ama la música, que tiene una hija, que tuvo fortunas y penas de amor, que cayó en una depresión y salió adelante, que proviene de una familia conservadora, que es vasca y que se lo pasa pipa en los festivales y saraos a los que la invitan.
Pero, lo que no sabemos de Lucía Etxebarria, ni deberíamos pretenderlo porque no tenemos autoridad moral alguna en ese sentido, es cómo se siente. Cada uno es dueño de sus silencios y sus ruidos, de sus impaciencias y sus esperas, de sus miedos y sus valentías. Y puede gestionarlas como le salga de salva sea la parte. Eso no te hace mejor ni peor. Solo contribuye a que seas uno más en la multitud.
Así que, espero que Lucía siga siendo tan clara, directa y afable como siempre, que siga regalando a través del maravilloso vehículo del lenguaje obras interesantes, que siga pensando el mundo como debe hacer cualquier persona que desea su mejora, que siga risueña o enfadada o callada...Pero que no nos deje. No están los tiempos para perder a las personas auténticas...y para trabajar por amor al arte.
David Marzal
Escritor y Profesor de Secundaria