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9/04/2012

¡COÑO, UN FEMINISTA!

Tras los últimos hechos acaecidos en Twitter no salgo de mi asombro. El enfrentamiento entre un famoso foro y una reconocida feminista han llevado a una especie de bucle en el que se han colado lo que yo llamo pseudofeministas.

Yo, hombre, soy feminista. ¡Coño, un feminista!- gritarán algunos/as. Pues sí. Feminista porque creo profundamente en la igualdad de género, en la superación de las barreras sociales y en la progresión en libertad de las mujeres. Pero nunca perdiendo de vista un punto esencial: El feminismo es la lucha cívica por la igualdad entre hombres y mujeres. 

a) La sociedad del patriarcado ( y de las matriarcas patriarcalizadas):

Si hay una palabra que realmente encanta a una "pseudofeminista" es patriarcado. Según esta teoría vivimos en una sociedad patriarcal (correcto) que propone lo masculino como una autoridad (correcto) pero añaden que para cambiar esto hay que destruir el patriarcado (correcto) desde una visión relativa de los géneros (incorrecto). Relativizar los géneros solo conlleva el refuerzo de los mismos. 

b) No me digas como tengo que opinar que ya puedo sola.

Otra estrategia muy común entre las pseudofeministas es atacar con el argumento de "No me digas como pensar que puedo sola". Reconociendo lo absurdo de la frase ya que ninguna mujer debería reivindicar que puede pensar sola, puesto que el hecho de pensar no viene dado por el género sino por ser simplemente racionales, es un método de autodefensa. Proviene de la real sensación de que las mujeres no han tenido discurso propio y que ha sido un discurso marcado por la voluntad masculina de dominio. Dominio espontáneo en épocas patriarcales de base autoritaria (sistemas no democráticos) y dominio inducido en épocas patriarcales de base selectiva (sistemas democráticos). 

Ningún hombre puede decirle a una mujer como tiene que pensar puesto que de su autonomía de pensamiento depende su realización. Pero sí puede valorar o analizar aquello que es dicho. Si por el simple hecho de ser mujer (u hombre) se niega la opinión del sexo contrario (eso son cosas de mujeres, eso son cosas de hombres) se incurre en una profundización del rol machista.

c) ¿Quién eres tú para hablar de feminismo?

Pues principalmente, una corriente social que se basa en la búsqueda de la igualdad intergenérica y de la expansión de modelos armónicos de convivencia en los que la exclusión no existe, debería dejar hablar a cualquiera de feminismo. Eso sí, ante los errores se puede rectificar. Cerrar el discurso feminista a un grupo de mujeres mediante la creación de un vínculo de legitimidad dependiente de su sexo es como mínimo sexismo. La autoridad en el feminismo no la determina el sexo del individuo sino su práctica. Hay hombres machistas a patadas, pero mejor no nos pongamos a contar las mujeres que caminan en ese mismo sentido.

d) Para visualizarme debo llamar la atención.

La ocultación demostrada y demostrable del hecho femenino ha llevado a una inteligente propuesta de visibilidad. La presencia de la mujer en todo tipo de estratos, roles y cargos debe ser patente. La mujer debe ser visible no solo de manera individual sino de manera colectiva ejerciendo su derecho a existir desde le punto de vista de participació social activa. Sería, dicho de otro modo, alcanzar posiciones de igualdad en cargos de referencia. Este proceso de visualización de lo femenino, amparado en la obra rotunda y a veces agresiva, de muchas activistas puede ser un éxito o correr el riesgo de convertirse en una parodia. De poco servirá, por ejemplo, desnudarse en público si el público receptor no ha sido educado en los principios de igualdad sexual, respeto hacia el cuerpo o comprensión de los mecanismos de opresión física que se ejercen sobre la mujer.

e) Tengo cosas más importantes que hacer.

Otra técnica muy practicada por las pseudofeministas es marcharse de un debate sobre feminismo con otro hombre. Denuncian así la incapacidad del hombre para entenderlas, para compartir o para integrar su discurso. Al desprecio de la huída se suma la displicencia. Nadie dijo que el camino fuera fácil. Si el triunfo se basa en el número de personas que me dan la razón estamos apañados. Predicar en campo propio es sencillo, fácil y estéril. Donde se demuestran las cosas es en campo contrario. Explicar, argumentar, proponer y analizar son las bases de cualquier estudio de género o feminista. ¿Se imaginan una conferencia en la que un hombre preguntase y la ponente dijese que no le contesta porque no la van a entender?

f) La agresividad en el discurso como estrategia formal.

Toneladas de papel impreso pueblan las bibliotecas hablando de la masculinidad realcionada a la fuerza y el machismo como cristalización de esa fuerza (1976, Brannon y David, Definición de imperativos sobre la masculinidad). Brannon y David hablan ya en el 76, teoría dentro el proceso de renovación que el feminismo experimenta a partir de los 60, que todo hombre para serlo se basa en a) No tener nada de mujer. b) Ser importante. c) Mandar todo al demonio y d) Ser duro. 

Los hombres, sobretodo los homosexuales, hemos sufrido siempre el estigma de la sentimentalidad como modo de presión a la contra. No llores, no bailes, no seas débil. Las mujeres, sobre todo las lesbianas, hemos vivido un proceso más perverso aún: No parezcas un hombre porque ser como eres es ser un hombre. Y, ¿qué han hecho las pseudofeministas? Basar su discurso en la agresividad. El grito, el ataque, el insulto y el desprecio como nuevas formas de argumentar en pro de lo femenino.

g) Me quieres feminizada y quieta.

Interpretar la crítica a ciertas tesis feministas como una petición de silencio mordaza simbólica es muy común entre las pseudofeministas. Quizás, y digo solo quizás, porque eso depende de su criterio y decisión, deberían plantearse si el receptor está o no preparado para asumir un discurso. Entrar en barrena haciendo una especie de elipsis/deixis social gigante hace que muchas personas se sientan confusas ante la definición y propósitos del feminismo. Se tiene que ser didáctica, paciente y combativa en el discurso. Nunca quietas pero tampoco dando vueltas como hámsters en una rueda sin salida.

h) No me juzgues, no me valores, soy mujer.

Teniendo como base la inexcusable presión en el sentido de la acción que sobre las mujeres se ha ejercido y conviniendo que la delimitación de funciones ha venido dada por la esfera masculina de poder debemos enteder que la mujer debe valorarse en si misma y por los otros no desde su condición de mujer, solamente, sino desde cualquier rol escogido libremente. "Para saber pegar sellos no hace falta ser mujer, ni hombre", decía una profesora de Teoría del Género. Cuando la valoración proviene de otra mujer las pseudofeministas se identifican, se adhieren. Si viene de un hombre sorprenden con un inusitado victimismo: Me atacas por ser mujer. No, te critico por estar equivocada en el discurso.


Esta lista podría tender a infinito. Pero simplemente recomiendo a las activistas feministas como Alicia Murillo, valiente en la propuesta pero errada en la forma, que controle algo mejor su manera de acercar el feminismo a la sociedad. A lo mejor como ella dice mi opinión por ser hombre le importa una mierda. Pero a mi sí que me preocupa que trabajos serios del activismo como los de Rich, Escudero, Castañeda, Capporalle, Lamas, Bonino, Evans, Graña, Irigaray, Bedregal, Bellucci y Rapisardi y muchos/as otros/as se desvirtuen por la acción pretendidamente revolucionaria, por el "proyecto" mal enfocado de alguien que no ayuda. Háztelo mirar Alicia. Te urge.



David Marzal 

Escritor y profesor. 



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