La honestidad no se aprende en los manuales de derecho, ni en las bibliotecas de Harvard, ni en los mercados de las flores de Barcelona, ni en los húmedos puentes de la indigencia, ni en la cárcel, ni en la escuela, ni en el trabajo: la honestidad viene aprendida de casa. El ser humano es puramente imitativo y si aquel ámbito que le rodea desde el inicio no es positivo llevará a rastras siempre la letra escarlata de la infidelidad a la moral.
Nadie es perfecto y lo sabemos. Los errores son perdonables si aquellas actuaciones que han sido negativas se han hecho desde la honestidad y la sinceridad y la valentía de expresar las intenciones reales. Todo lo demás es engaño. Y es ese engaño, esa mentira consentida en los actos, ese código no escrito de actitudes deleznables pero aprobadas por costumbre lo que lleva a la corrupción. Ver como normales invitaciones suntuosas a cambio de contratos, ocultación de delitos a cambio de favores, chantaje a cambio de trabajo, robo a cambio de silencio y silencio a cambio de dinero es lo que ha pasado en los últimos 16 años en la Comunitat Valenciana.
Muchos alucinan ahora con toda la porquería putrefacta (sí, es un pleonasmo) que está saliendo a la luz. Solo les diré que lo que estamos viviendo los valencianos no es ni por asomo entendible y que ha llevado a esta sociedad a una ruptura y desgarro interno nunca antes visto. Durante años se ha ninguneado, burlado e insultado a la honestidad. Quien no participaba de la orgía del descontrol que se fraguaba como el hierro y se extendía como el aceite era un cateto, un tonto, un imbécil. Y todas estas particularidades se asociaban siempre a los partidos nacionalistas valencianos y a la izquierda. Han estado viviendo de la excusa de la herencia del PSPV durante 16 años. Y cuando su pastel se ha descubierto siguen echando balones fuera.
Les contaré cosas sencillas: los niños de nuestros colegios deben llevar papel higiénico a clase, los profesores compran sus bolis, no hay papel en los juzgados, miles de familias pierden su casa a diario, la costa está destruida, las mafias china y rusa nos invanden, el índice de paro juvenil es el más elevado, las universidades no pueden pagar, nuestra lengua ha sido reducida a algo folclórico, nuestros autores valencianos residen para la mayoría en catacumbas del olvido, se han hecho auténticas purgas ideológicas entre periodistas e informadores, se ha perseguido de manera salvaje la disidencia a cualquier medida del partido en el poder. Y todo eso lo hemos tragado durante años porque su red de influencias y favores ha sido demoledora. Ni se imaginan lo que hay en esta Comunitat, es que ni se lo imaginan.
Y mientras el rostro se nos ha tornado triste, el bolsillo vacio y el cerebro elude tanto dolor. Somos un puñado de valencianos honestos los que sacaremos esto adelante. Somos un puñado de valencianos honestos los que lucharemos por subsistir al terror de la mentira. La historia nos ha dado patadas muchas veces, quizás demasiadas. Los valencianos somos un pueblo sufriente y sufrido. Pero un puñado de valencianos y valencianas venimos aprendidos de casa. Que nos teman porque nos importa ya escupirles a la cara su fracaso y engaño. Que nos teman porque antes de acabar con lo poco que queda de nosotros vamos a luchar hasta el último aliento. Y que nos teman porque nosotros tenemos lo que ellos jamás tendrán: HONESTITAT.
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Es prega sinceritat. Se ruega sinceridad.