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Si pulsas en esta célula mi sangre textual circula

2/20/2012

NO FICCIÓN

El muchacho tiembla  ansiando acoger entre sus pulmones un poco de aire. Las manos, antes firmes y fuertes, se marchitan sobre un jersey humedecido por el sudor. Aprieta los dientes con fuerza maquinal para evitar la punzante deriva que su lengua toma en la boca. Siente una presión en el cuello, en las sienes, en los músculos, paralizante y angustiosa. El muchacho quiere romper esa gelatinosa barrera que le inunda las venas. Pero no puede. Ayer fue un dia alegre, demasiado alegre. Cuando se levanta de la cama para ir al baño saborea un revoltijo ácido que aún le queda en la boca. 

El muchacho ha perdido el trabajo, la novia, la casa y hasta los amigos. Él lo sabe, lo sabe tan bien que recordarlo le obliga a cerrar los ojos y estampar su frente contra el espejo del baño. Se mira allí y observa su tez blanca como la cal, mortecino rostro falto de brillos y satisfacción. El temblor no cesa. Clava sus uñas contra sus muñecas buscando que un dolor exterior acabe con su dolor interior. Cuando la primera gota de sangre cae en el lavabo siente angustia. Hace unas horas bailaba, saltaba, volaba, reía, gozaba.

El muchacho abre la pequeña caja metálica y delimita geómetrica y mortal la estructura que lleva a la muerte. Cuando aquel mejunge atraviesa su garganta, se desliza por su lengua, invade su organismo se vuelve a sentir pleno. Pero en el fondo sabe que es un paso más hacia el final. El muchacho dice que puede dejarlo, que es dueño de sus actos, que a él no le pasa nada y que controla. Se sienta en la taza del váter, respira, cansado y perdido se encoge sobre si mismo.

Cuando la policía le detuvo solo tenía quince años y era como un vendaval que arrastraba todo a su paso. Luego vinieron los encierros, los juzgados y las carreras con las manos cubiertas de oros ajenos y esperanzas vanas, los callejones mohosos y los parques frios de sentimientos, la vida que pasaba en forma de papela y humo. El muchacho lo recuerda todo pero no puede hacer nada para evitarlo. Ahora tiene veinte años y atrás quedaron los gritos, la rabia, los amigos alejándose, los llantos hediondos de la desesperanza familiar, los golpes recibidos en la piel frágil que se ha vuelto escamosa. Le gustaría tener lágrimas pero, literalmente, ya no le quedan. 

El muchacho que creyó ser Dios sueña una mano. Es una mano anónima, desconocida y lejana todavía.  Una mano que se abre de par en par y le agarra. Aprieta, se dice a si mismo, aprieta. El muchacho se agarra a esa mano no sin mirar antes hacia abajo y ver los huesos fragmentados del pasado, los cuerpos fofos y flojos abandonados, las venas deshonradas por alfileres sin receta, los pútridos pulmones envueltos en papel de plata. La mano le lleva hacia arriba poco a poco, despacio, segura.

Ahora tiene treinta y todo aquello quedó atrás. Por la tarde irá a su reunión habitual, se sentará, mirará a los ojos de los demás, saludará con educación y volverá a repetir: " Soy drogodependiente" 

Según la ONU en 2011 España fue el tercer país en consumo de cocaína. El país que la vende más barata es el Reino Unido y donde resulta más cara es EEUU. Cada 1000 millones de cocaína pura traficada a través de África se multiplican por 10 cuando llega a Europa. Los jóvenes se inician en el consumo cada vez más pronto. Hay más de cien sustitutivos de la coca con riesgos de muerte fulminante. Demasiados muchachos perdiéndose. Demasiadas manos aún vacias de otras manos...demasiadas.




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